Brieva
Brieva surge como otros tantos pueblos de la zona de la cuenca del Duero, de la llamada Castilla la Vieja, en un territorio que a partir de 1833 se convirtió en lo que para todos nosotros es fundamental, la provincia de Segovia.
Todos sabemos que a principios del siglo VIII, los musulmanes cruzan el estrecho de Gibraltar y se hacen con el reino visigodo español. Invaden la península, avanzan hacia el norte, incontenibles, y solamente algunos, refugiándose en las montañas astures y cántabras, consiguen resistir y quedar libres de la invasión.
A partir de este momento y de esta realidad nos encontramos a la península en la siguiente situación general: la zona sur, más o menos hasta la línea del Tajo, bajo el control de los musulmanes, establecidos en Andalucía y con capital en Córdoba; la mitad norte, en las zonas montañosas antes citadas, los cristianovisigodos del Reino de Asturias y entre uno y otro foco una amplísima extensión territorial, que para lo que ahora nos interesa, es decir sin considerar la zona oriental de la península, concretaremos entre la cordillera cantábrica y el sistema central. A medida que los reinos cristianos se van fortaleciendo, van a ir avanzando por este territorio intermedio, especie de tierra de nadie, algo así como nuestro “far west”, que en España sería nuestro lejano sur, no oeste.
El proceso de expansión implicaba dos fases: la conquista del territorio y la ocupación estable de las tierras conquistadas. Se produjo entonces el fenómeno más importante de estos siglos medievales que, aunque llamamos reconquista, más bien fue de colonización progresiva de las llanuras de la cuenca del Dgo. El ejército del rey, pues, conquista el territorio y la Corona lleva a los pobladores p que allí se establezcan. Se les da tierras, se les da protección (Castilla: tierra de castila) y se les otorga derechos y garantías (cartas pueblas, fueros…).
Castilla, como tierra de hombres libres, las libertades que siempre los castellanos, y en algún momento especial, los segovianos, defendieron hasta el sacrifício que heroicamente representó nuestro Juan Bravo, enfrentándose en la Guerra de las Comunidades a los nuevos planteamientos renacentistas de control político total que representaba la monarquía del emperador Carlos V y que desarrollaron hasta el absolutismo sus sucesores, la llamada Casa de Austria.
Los núcleos de población que van surgiendo, y a los que antes nos referíamos, se van convirtiendo, cada uno de ellos, en la cabeza original de un territorio: era la “villa”, a cuyo alrededor, y por su influencia, iban surgiendo otros asentamientos menores, los pueblos, que en conjunto constituían la “tierra”. De este modo, villa y tierra fueron los elementos fundamentales en el proceso de repoblación y de desarrollo de las llanuras castellanas.
En el caso de la provincia de Segovia, su territorio estuvo distribuido entre diversas comunidades de villa y tierra entre las cuales fue siempre la principal la de la ciudad de Segovia. Así se acabó formando la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia. Su cometido principal fue, desde el principio, organizar la explotación y administración de los extensos territorios que la componían, situados a uno y otro lado de la Sierra de Guadarrama, en el Sistema Central.
Ciudad y Tierra eran dos marcos geográficos distintos y dos realidades diferentes. La ciudad, repoblada en torno al 1088, siempre fue el elemento dominante como centro económico, social y administrativo y por eso se impuso a la Tierra, amplio espacio salteado de pueblos y aldeas diferentes.
La Ciudad contaba con una zona alta, fortificada, como hoy testimonia su todavía extensa línea de muralla, y con otra zona baja a orillas del Eresma y del Clamores, los dos ríos que corren a sus pies. Esta zona se encontraba más poblada porque disponía de agua abundante y de tierras de labor. De esta manera en la zona alta quedó situada la minoría dirigente y en la zona baja la mayoría popular. Y entre ambas zonas unas relaciones de tipo económico y administrativo..La actividad económica se fue organizando en torno a dos polos: uno intramuros, la plaza del Azogue, ubicada en la zona de la iglesia de San Miguel y Plaza Mayor y otra extramuros, llamada en tono menor Azoguejo pero que era el auténtico centro económico.
La Tierra constituía un extenso espacio que, tras sucesivas ampliaciones a través de los primeros siglos, llegó a comprender territorios tanto al norte como al sur de sierra de Guadarrama, por lo que hoy es la provincia de Madrid. Este espacio geográfico era también un espacio jurisdiccional organizado sobre las divisiones territoriales de sexmos, cuadrillas y lugares.
En los primeros tiempos, cuando era menos extenso, el territorio se dividió en demarcaciones trazadas con fines fiscales y administrativos que por ser en total seis se denominaron sexmos, aunque posteriormente con la expansión territorial llegaran a ser once de las cuales ocho al norte de la sierra y tres al sur. Cada uno de los sexmos estaba integrado por un conjunto de aldeas que se distribuían por el territorio de la demarcación sexmera. El sexmo se dividía en cuadrillas cada una de las cuales englobaba a varias aldeas o lugares.
El sexmo de San Lorenzo, del que Brieva era la cabeza, constituía una excepción puesto que no tenía la citada reagrupación de lugares en cuadrillas. Por su ubicación junto a la sierra, participa de una importante actividad ganadera pues, por el borde de ella, pasa la cañada segoviana que va recorriendo los diversos esquiladeros que se situaban en su trazado, lo que le supuso beneficios al tiempo que algunos pleitos con la Mesta. La actividad agrícola era la principal. El censo de 1528 la describe diciendo “…cogen mucho pan e lino e no tienen otra vivienda, e comúnmente tienen pocas haciendas. E las dos partes, de las tres de las heredades en que labran son a renta”.
El gobierno de la Ciudad lo tenía el Concejo urbano que aunque residía en la ciudad abarcaba a la Ciudad y Tierra, con lo que realmente dominaba a los concejos rurales. El Concejo acabó siendo dominado por la oligarquía urbana que se componía de diversos linajes. De estos linajes salían, a su vez, lo regidores, auténtica superoligarquía.
El gobierno de la Tierra lo detentaban los procuradores que eran los representantes legítimos. Eran elegidos por periodos de un año. Los llamados “quarentales”, que eran los representantes elegidos de entre cada una de las cuadrillas, se reunian en el convento de San Francisco, entonces en los arrabales de la ciudad y hoy englobado en el espacio de la Academia de Artillería, en la calle de San Francisco..Los procuradores de la Tierra lucharon por la defensa de los intereses de sus representados lo que produjo enfrentamientos con la oligarquía, atrincherada en el Concejo de Segovia.
Entre las funciones de los procuradores estaba la de cobrar los impuestos o pechos. Previamente se procedía a la derrama de pechos reales y concejiles entre los representantes de los pecheros de la ciudad y los de los sexmos: dicho acuerdo se conocía con el nombre de “iguala”. Sobre este acuerdo se hacía el reparto dentro de cada sexmo por cuadrillas y en cada cuadrilla por aldeas o lugares.
Cargados de impuestos, los pecheros de la Tierra vivían básicamente de una economía agraria, muy atrasada y aún dominada por la necesidad del barbecho y por los imponderables de la climatología. Es por ello que las denominadas crisis agrarias fueron el mecanismo fundamental de la marcha de la economía y de la evolución demográfica: una mala climatología suponía una mala cosecha; una mala cosecha, escasez y penuria. Y las previsibles consecuencias: hambre, enfermedades y muertes y reducción de bodas y de hijos, cerrando un auténtico círculo vicioso que sólo se irá superando después de la revolución industrial, a lo largo del siglo XIX.
Así ha sido la vida de nuestros pueblos segovianos, en general, hasta hace unas cuantas décadas. Para algunos de los que todavía hemos conocido algo de tal situación, hoy es un día de alegre conmemoración porque hemos llegado a ver a Brieva como un pueblo moderno, dotado de todos los servicios y feliz porque sus habitantes y sus descendientes forman un núcleo orgulloso de su pueblo y de su historia.
Gregorio Martín Redondo.
Catedrático de Historia
Pregonero del Dia de la Tierra 2010