VILLACASTÍN

Fue en el siglo XVI la aldea más importante de la Tierra de Segovia, tanto demográfica como económicamente. En 1531 contaba con dos mil setecientos cuarenta y un habitantes y en 1591 con tres mil trescientos treinta y ocho.

También lo era por su economía centrada en la fabricación de paños finos como lo hacía Segovia y como ella, empezó a sentir los efectos de la crisis demográfica y económica a finales del siglo XVI, pero de forma más contundente. Villacastín durante el siglo XVII se ruraliza, la próspera industria textil se sustituye por una actividad ganadera ligada a su posición estratégica en los caminos de  la trashumancia, a la construcción de esquileos en donde se esquilarán algunas de las más importantes cabañas y a dos lavaderos en los que se preparará la lana para la exportación.

En marzo de 1627  este lugar deja de ser aldea y se convierte en la villa de Villacastín por compra a Felipe IV. España pasaba por uno de los peores momentos, metida en una guerra interminable, y una crisis económica muy profunda, los gastos superaban a los ingresos ordinarios y extraordinarios y ante esta situación el monarca se vio obligado a venderlo todo  cargos, títulos y lugares.

El ser villa supone que Villacastín tendrá “jurisdicción civil y criminal” sin que Segovia ni otro lugar o persona pueda intervenir en ella, a excepción del rey. A partir de ese momento la administración de justicia se realizará en este lugar y por personas elegidas en él para ese cargo. Uno de los primeros actos que tiene lugar tras el nombramiento fue el de colocar la horca en un lugar destacado, símbolo de la jurisdicción por excelencia.

Cada vecino contribuyó con quince mil maravedíes lo que supuso un gasto aproximado de cuatro millones. Aún mediados del siglo XVIII Villacastín tenía sobre sí seis censos redimibles con elevados réditos anuales y al señalar el motivo de su creación señalan que se impusieron con la correspondiente facultad real, tanto para la compra del villazgo como para otras urgencias.

La crisis económica del siglo XVII llenó los conventos españoles, porque como dirá la madre abadesa del convento de Santa Clara de Villacastín es una manera de evitar la incertidumbre del exterior y también librarán a los padres de familias nobles, con muchos hijos, de entregar elevadas dotes a las hijas casaderas disminuyendo con ello la hacienda de la casa como se comprueba en esta escritura.

El nueve de mayo se firma una escritura ante el escribano de número del concejo de Villacastín, Sebastián Bachiller entre la abadesa y D. Jerónimo Pereira vecino de Madrid sobre la entrada de tres de sus hijas, doña Ana, doña Eugenia y doña Mariana Pereira en el citado convento como monjas de velo negro, a cambio de su admisión, él se compromete a lo siguiente: a) entregar mil novecientos cincuenta ducados de dote en moneda de vellón por las tres a razón de seiscientos cincuenta ducados, b) dar  por cada una treinta y cinco ducados de los alimentos de cada año,  .c)  aportar una arroba de cera por las tres al entrar y otra por cada una el día de su profesión, d) cien reales para la sacristía. En el caso de que alguna muriese siendo novicia, los alimentos que el convento hubiere recibido quedan dados y adelantados y con esto las susodichas renuncian en el dicho su padre a su legítima paterna y materna y demás por recibir.

Cuenta en la actualidad con mil seiscientos veinte habitantes y tiene una extensión de 109,60b Km2. Tiene una economía basada en la fabricación de embutidos de calidad, en la extracción de piedra de sus canteras, en la construcción o en la explotación de bares, mesones etc. dada su situación en un importante nudo de comunicaciones.