Día de la Tierra 2019

SEXMO DE VALDELOZOYA

Economía

AGRICULTURA

Actualmente la agricultura y la ganadería es un sector en decadencia, casi extinguido, siendo relevado por actividades más rentables vinculadas a sectores como el turismo.
Pero realmente la agricultura no ha sido nunca importante en el valle de Lozoya y las razones las hallamos en las características físicas y climáticas de la zona. Los suelos no son de buena calidad, y los inviernos son largos, por esa razón, la agricultura fue menos importante para la economía del valle que lo que fue la explotación del bosque y la ganadería.
El trigo se cultivó en otros tiempos en las tierras mejores del centro del valle, pero nunca llegó a cubrir las necesidades de la población. El centeno estaba más extendido, pero su rendimiento era escaso por obrada. Sólo la patata se daba en inmejorables condiciones y era el único producto que exportaba el valle. Del lino, muy cultivado en siglos pasados, no queda más que el nombre aplicado a algunas fincas en Pinilla, que se conocen con el nombre de los Linares. En el censo de 1528 podemos leer: “atenta la calidad de los dichos lugares e vesinos puesto que cogen pan medianamente e mucho lino en heredades e tienen razonable de ganados e buenos pastos…”

LA GANADERIA

Junto con la explotación del monte era la principal actividad económica en el valle en otros tiempos. Abundaban las dehesas que eran tierras dedicadas a pastos y eran bienes de propios, donde los vecinos, salvo en los meses de febrero, marzo y abril, en que estaban vedadas, podían llevar a pastar sus animales. Había también prados que eran fincas de propiedad particular cerradas por cercas de piedra. Los pastos de las estribaciones y de las alturas de los puertos, se arrendaban al ganado lanar trashumante, desde junio a octubre.
Los animales que más interesaban a los vecinos eran las vacas, las ovejas, los cerdos y las cabras, y de todos ellos el que más, era la vaca que proporcionaba, trabajo, carne y leche y su número era tan grande que era un elemento característico del paisaje. Durante el verano pacían al aire libre y en invierno se estabulaban alimentándose de la hierba que segaban y guardaban los ganaderos, junto con las hojas de roble y fresno en los pajares. Los cántaros con la leche sobrante la recogían las camionetas y la trasladaban a Madrid.
Los cerdos se criaban para el consumo doméstico. La guarda de la “porcada” se subastaba por Año Nuevo y se concedía este trabajo al vecino que cobrase menos. El pago al porquero se hacía en especie, en Lozoya se pagaban cinco celemines (12 celemines era una fanega) de centeno por cabeza y año y la mitad por los que nacían después de agosto. El precio era mucho menor en Pinilla donde sólo se pagaban tres cuartillos (4 cuartillos era un celemín) por cabeza y año. La señal para la salida a pastar o el anuncio de su llegada por la tarde, se anunciaba con el toque de un cuerno.

LAS PEQUEÑAS INDUSTRIAS

Don José Manuel Casas en 1943 nos dice que la fábrica más importante era la de aserrar madera de la Compañía Belga de los pinares del Paular, junto a esta, no se puede poner ninguna otra actividad económica que merezca el nombre de industrial, sino hay que hablar de actividad artesana.
Hubo una fábrica de papel enclavada en Rascafría, en la confluencia del río Chico con el río Lozoya. Esta fábrica era un molino que en 1396 fue vendido al monasterio del Paular por un vecino de Alameda del Valle. El motivo por el que lo compraron los cartujos fue utilizarlo como aserradero para labrar las vigas necesarias para construir la cartuja. Dos siglos más tarde, se convirtió en molino de papel según lo indica un privilegio de doña Juana la Loca en el siglo XVI, y pudieron influir en el cambio de actividad, la llegada de monjes procedentes de la cartuja de Scala Dei de Tarragona.
Según Ángel Sánchez Crespo, en Las 101 curiosidades de la Historia de la Sierra de Guadarrama, en el siglo XVII el molino de papel adquirió un gran prestigio, convirtiéndose en el más famoso e importante de Castilla. El papel que de allí salía se vendía en Madrid, en la llamada Lonja de las Cuatro Calles. En 1605 se imprimió en la calle Atocha, en los talleres del impresor Juan Cuesta, la primera edición del libro más famoso de nuestra literatura: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y se imprimió en papel del citado molino según lo demuestra la filigrana o marca al agua de los cartujos del Paular. Además, el impresor y librero eran clientes del citado monasterio.
En 1625 el molino sufre un incendio, y prueba de la importancia que tenía para la Corona, el rey Felipe IV otorgó al Paular el privilegio de no pagar alcabalas con el fin de que se pudiera recuperar lo antes posible del desastre. A mediados del siglo XIX Madoz publicó en Su Diccionario que el molino tiraba 68 resmas de papel diarias y daba trabajo a 30 ó 40 obreros. Hasta 1835, cuando se produjo la Desamortización de Mendizábal, los cartujos y su molino estuvieron abasteciendo a la Villa y Corte, a partir de esa fecha el molino continuó produciendo papel hasta 1928. En esta fecha se convirtió en una residencia de señoritas de Sección Femenina bajo el nombre de colegio de San Benito. Actualmente el molino de papel del Batán es una ilustre ruina.
Otras pequeñas industrias fueron los molinos harineros emplazados en lugares estratégicos. Rascafría tenía una fábrica de electricidad que proporcionaba fluido a Oteruelo y Alameda. Pinilla carecía de alumbrado eléctrico y Lozoya lo recibía de una fábrica situada fuera del valle.
De las calizas del cretácico se obtienen piedras de sillería, que se emplean como material de construcción, pero su principal destino es la obtención de cal en las caleras. Otra industria de interés era la de la fabricación de ladrillos y tejas a la que ya me he referido anteriormente.